El 12 de octubre de 1492 no fue un día común para los lucayos, pobladores que habitaban la isla de Guanahani (perteneciente al archipiélago de las islas actualmente llamadas Bahamas), es que sorpresivamente durante esa jornada desembarcaron en sus tierras un grupo de personas raramente vestidas. Eran Cristóbal Colón y sus marineros, quienes creyendo haber llegado a las Indias Orientales (Asia), decidieron llamar "indios" a los asombrados lucayos.
En ese majestuoso lugar colmado de verde arboleda y blancas playas de arena bañadas por transparente agua de mar Colón posó la bandera real y en insólita ceremonia la llamó caprichosamente San Salvador en un gesto de absoluta falta de respeto a los pobladores originarios.
En los día posteriores los invasores tomaron contacto con otras islas, bordearon la isla de Cuba y desembarcaron en Quisqueya (Haití y República Dominicana), donde vivían de la agricultura y la pesca los tranquilos taínos, pertenecientes a la rama de los arawacs. Tallaban madera, cerámica y oro y cultivaban algodón que lo utilizaban para tejer hamacas.
Los españoles pusieron a la isla el nombre de La Hispaniola. Cinco caciques lideraban entonces cinco reinos distintos. Uno de ellos, Guacanagarix fue amable con los invasores y les facilitó un lugar de su territorio para que construyeran el fuerte Natividad. Colón regresó a España pero dejó a 39 marineros, los que se dedicaron a maltratar a los indígenas y a violar a sus mujeres. Enterado el cacique Caonabó de estos hechos bajó de las montañas de Cibao, muy ricas en oro, incendió el fuerte y mató a los europeos que se habían comportado tan salvajemente. Al volver Cristóbal Colón en su siguiente viaje, debió enfrentar la rebeldía del valiente Caonabó que ya no toleraba la arrogante e interesada presencia extranjera en sus tierras. El bravo cacique, obstáculo real para las ambiciones de los invasores, fue capturado bajo engaños y embarcado a España. Su destino fue trágico, murió en altamar a causa de un naufragio.
Anacaona "flor de oro", esposa de Caonabó siguió resistiendo a los agresores. La bella y sensible poetiza estaba mortificada por la muerte de muchos hermanos a causa de los trabajos forzados y la desnutrición. Terminó siendo torturada, vejada y ahorcada por los españoles, su cuerpo fue expuesto en señal de escarmiento para su querido pueblo.
Caonabó y Anacaona se convirtieron así en los primeros héroes y mártires de una invasión que consumaría uno de los genocidios más atroces de toda la historia de la humanidad.
(Adelanto de un libro - en elaboración - que pretende recopilar acontecimientos poco difundidos de la historia de los pueblos de nuestra América).
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