La imagen de Túpac Amaru II en los billetes de 500 intis del Perú
En el Corregimiento o Provincia de Tinta, 25 leguas al sur de Cuzco, maduraba hacia 1870 lo que sería la rebelión más importante del Siglo XVIII en territorio de América del Sur, un movimiento insurreccional que llegaría a conmover los cimientos mismos del poder colonial español.
El protagonista principal de aquel acontecimiento fue José Gabriel Condorcanqui Noguera descendiente en quinta generación del Inca Túpac Amaru quien fuera trágicamente asesinado en Vilcabamba por orden del Virrey Toledo en el año 1572.
Si bien las fuerzas lideradas por Túpac Amaru II focalizaron su enfrentamiento con las autoridades locales evitando cuestionar la autoridad del Rey de España, la contundencia de los planteos y la opción por la lucha armada para acabar con el sistema opresor legitimaron a ésta memorable gesta como un verdadero intento revolucionario de liberación nacional y social de buena parte de la Patria Grande Latinoamericana.
He aquí el trágico final del Inca y los rebeldes más cercanos a él, acaecido en una jornada como hoy, hace exactamente 232 años.
El 18 de Mayo de 1781 fue el día elegido para ejecutar las sentencias. Muy temprano fueron conducidos los condenados hasta la plaza principal de la ciudad.
José Verdejo, el zambo Andrés Castelo y Antonio Bastidas fueron ahorcados y arrojados desde lo alto; Antonio Oblitas, otro zambo, fue arrastrado por el piso amarrado del cuello por una soga antes de ser ahorcado, sobre él pesaba el agravante de haber sido el verdugo del corregidor Arriaga al comienzo de la rebelión.
A Hipólito y Francisco Túpac Amaru -hijo mayor y tío respectivamente del gran cacique- se les cortó la lengua antes de ahorcarlos. La cacica de Acos, Tomasa Titu Condemaita fue sometida al garrote, una sádica máquina que a través de un collar de hierro y un tornillo provocaba el estrangulamiento de la víctima. Luego fue el turno de Micaela Bastidas (esposa del Inca), a quien le cortaron la lengua e intentaron en vano asesinarla con el garrote, pero su cuello fino lo impidió, decidieron entonces los verdugos atar sogas a su cuello y tirar de un lado y del otro, pateando al mismo tiempo su estómago hasta matarla.
El máximo Inca, José Gabriel Condorcanqui, asistió al sanguinario espectáculo de todas estas muertes para ser luego acostado boca arriba en el centro de la plaza, con su lengua ya cortada, fueron atados sus brazos y piernas a las cinchas de cuatro caballos que comenzaron a tirar en direcciones opuestas con el objetivo de desmembrar su cuerpo, pero no pudieron, tal vez por su fortaleza física. Ordenó entonces el Visitador Areche desatarlo y hacer cortar por los verdugos, su cabeza, brazos y pies.
Esta fue la manera cruel que eligieron las autoridades coloniales para terminar con la vida de éste puñado de heroicos patriotas, pero lejos de amedrentar a sus seguidores, los motivaron aún más para seguir bregando por la libertad durante varios meses más, bajo el mando de Diego Cristóbal Túpac Amaru (medio hermano del Inca).
En febrero de 1783 Diego fue atrapado por las autoridades virreinales, condenado a morir en la horca, su cuerpo fue atenaceado y descuartizado, junto con él fueron condenados a muerte Marcela Castro, Simón Condori y Lorenzo Condori, en tanto que Manuela Tito Condori fue condenada al destierro.
Andrés y Mariano Túpac Amaru, sobrino e hijo de José Gabril Condorcanqui, fueron condenados a 10 años de presidio en el destierro.
Un centenar de familiares y allegados de los Túpac Amaru fueron encerrados en las cárceles de Lima, algunos de ellos fueron luego embarcados rumbo a España con dispar suerte; varios murieron en la travesía antes de llegar a Europa.
Fernando, el hijo de José Gabriel Condorcanqui y de Micaela Bastidas, que a la edad de 9 años presenció la horrorosa muerte de sus padres, vivió todo tipo de suplicios, los últimos indicios de su vida lo ubican en España, muy enfermo, allá por 1798.
Juan Bautista Túpac Amaru, hermano del Inca, padeció 40 años de prisión en España y Africa. En 1822 llegó a Buenos Aires obteniendo una pensión vitalicia otorgada por el gobierno de una de las patrias americanas ya independiente del dominio español. En medio de las batallas decisivas para alcanzar la independencia continental, algunosde los más prominentes patriotas de América del Sur habían pensado en él para alcanzar un gobierno libre de América del Sur. Consideraban, sin duda, que la más genuina representación de los habitantes de esta tierra debía verse reflejada con la designación de un Rey Inca, la propuesta era al mismo tiempo una clara reivindicación de la heroica gesta encabezada por Túpac Amaru algunas décadas antes.
A pesar de tanto suplicio, su lucha no había sido infructuosa.
(Párrafos de un libro -en elaboración- que intenta recopilar acontecimientos poco difundidos de la histórica lucha por la, aún inconclusa, liberación e integración definitiva de nuestra América Latina).